Normalmente la mayoría de las personas sentimos cierta resistencia hacia las normas que nos imponen, es decir, aquellas que se deciden sin tener en cuenta nuestra opinión.
Cuando participamos activamente en una decisión o norma nos sentimos más motivados a cumplirla. Así pues, los adultos debemos guiar este proceso y tratar de llegar a acuerdos justos para nosotros y niños. Y esto NO ES LO MISMO que dejar al niño/a imponer su voluntad, pero las normas se pueden discutir y consensuar.
No poner límites para no entrar en conflicto al final se paga caro
Cuando hablamos de poner límites a sus hijos, establecer normas, podemos decir que hay muchos aspectos que a menudo se mezclan. ¿Es necesario ponerlos? ¿Puede haber una crianza sin ellos? ¿Qué consecuencias hay detrás de todo esto?
No debemos olvidar, que cuando nacemos lo hacemos dentro de una sociedad que implícitamente se rige por determinadas normativas, creencias y valores y éstos se transmiten de muchas formas.
El día a día de la educación de un hijo se pasan muchos momentos, algunos muy buenos y otros que te sacan de “polleguera” pero todos son necesarios para aprender y crecer.
Los extremos no son buenos. Convivir con un ambiente de excesivas normas y límites deja poco margen para el desarrollo de su autonomía y libertad personal y por el contrario crecer en un ambiente donde pueden hacer todo lo que quieran sin consecuencias de sus actos, sin saber qué está bien y qué no también tiene afectos poco deseables
Saber cómo transmitir las normas y los límites de forma clara y sin gritar requiere, también, de un autocontrol por parte de nosotros mismos, ya que aparte de padres somos personas, un buen asesoramiento en esto nos puede ayudar a mejorar la interacción con nuestros hijos ya transmitir de forma más tranquila y sana los límites.